... antes que solucionar el serio problema que existe ante la falta de
regulación de las escuelas, los problemas de las federaciones o el hecho
de que cada vez seamos más, menos educados y más egocéntricos.
Pero de nada vale lamentarse y seguir mordiendo una mano que en el
futuro quizás nos dé de comer. El surfing es, desde hace unos días, un
deporte más del aparato creado por los griegos hace dos mil años para
dejar de pelear entre ellos durante unas semanas, antes de volver a
matarse entre vecinos, esto es, los Juegos Olímpicos. Un aparato que
sirve a países como China o Rusia para enardecer su orgullo patrio, a
costa de la vida y la salud de sus deportistas, y que supone la mayor
pasarela de competitividad mundial. Pero por fin, el surf está dentro de
una órbita, y será tenido en cuenta... Sinceramente, creo que no
necesitamos vernos reconocidos. Como dijo Bob Dylan en su canción
Subterranean Homesick Blues; “No necesitas un hombre del tiempo para
saber de dónde viene el viento”. En el caso del surf, creo que la
necesidad de un COI dando órdenes desde ciudades sin mar es más que
discutible.
Las olimpiadas de Tokio serán además vistas con espectación desde el
cielo por el que, para muchos (sobre todo veteranos y longboarders), es
el surfista más grande de todos los tiempos, mejor que Kelly Slater y
que ningún otro; Miklos Dora Jr, conocido siempre como
Miki Dora. El personaje de Miki Dora, así como su vida, no es algo que pueda
explicarse dentro de un simple artículo. Son necesarias muchas líneas
para llegar a comprender a éste personaje, y muchos de los que lo
admiran seguramente no sepan gran parte de su historia; Miki Dora vivió
su vida para surfear, nada más, y su único objetivo era encontrar olas
cada vez más perfectas. Lógicamente, ésta búsqueda eterna conllevaba un
tiempo y dedicación total que cosas como un empleo, una familia o una
vida ejemplar no hubieran permitido; por ello, Miki Dora nunca trabajó,
si no que se dedicó a robar y estafar a todo aquel que pudiese, ya
fuesen sus propios amigos, sus novias o sus familiares. Fue perseguido
por el FBI, y sus actitudes éticas y morales distaban mucho de ser
ejemplares; fue el primer local que inventó el radicalismo, siendo
famosos por empujar y pegar a todo aquel que apareciese en su ola,
burlándose de todo principiante y ridiculizando a los nuevos surfistas
que en los años 60 empezaban a coger olas por todo California.
Miki Dora, al contrario que otros mitos, no necesitó morir para ser
considerado un dios; todos le adoraban, desde que se subió a su largo
tablón de madera a mediados de los años 50, y él, a sabiendas de su
influencia, se aprovechaba de ello a más no poder de manera totalmente
hipócrita y aprovechada. Un ejemplo claro es la creación del famoso modelo de tabla bautizado
como
“Da Cat”, que Dora creó junto al célebre shaper y surfista Greg
Noll a finales de los 60. Para empezar, Dora creó esta tabla sabiendo
que todos sus admiradores (a los cuales odiaba) iban a comprarla, y
además, la presentó con una campaña sin precedentes en el surf; mostró
la evolución del surfista tal y como era la del Homo Sapiens, con, por
ejemplo el Homo Phainas (en clara alusión a Johnny Fain, su mayor
enemigo en el pico de Malibú) situado en uno de los eslabones más bajos,
caracterizado por sus movimientos descoordinados, o el Homo Vallei San
Fernando, caracterizado por viajar en grupos y por sus futiles esfuerzos
para parecer habilidoso en olas menores de un metro (éste último era
una clara alusión a los nuevos surfistas provenientes del interior, del
valle, de la ciudad de Los Ángeles, en anteposición a los antiguos
surfistas que vivían permanentemente en la costa). Y en el eslabón más
alto de la cadena se situaba a si mismo, Miki Dora, como el surfista
perfecto, que para surcar las olas perfectas utilizaba el modelo “Da
Cat”. ¡Y efectivamente, fue un éxito de ventas..!
No hace falta que os diga cual habría sido la opinión de Dora
respecto a la inclusión del surf en el mundo olímpico. Para él, el surf
ya estaba muerto en 1970, con la masificación de las playas
californianas, a la cual por otra parte él mismo contribuyó gracias a su
fuerte carisma y a su elegancia y estilo surcando las olas. Para Miki
Dora, la competición nunca tuvo mucho sentido, y aunque participó en
campeonatos, muchas veces lo hacía para “liarla” (enseñaba el trasero en
medio de las mangas, se peleaba con sus contrincantes...) o porque
necesitaba desesperadamente dinero. O simplemente, porque se aburría.
Era, sin embargo, un hombre competitivo, y una de las mayores hazañas
que se le recuerdan (y que el mismo Dora no dejaba de repetir en cuanto
podía) es la de surfear un día grande, enorme, en Waimea, recién
aterrizado en Oahu y habiendo únicamente surfeado las olas dulces y
pequeñas de California. Miki Dora se plantó en Waimea a principios de los años 60 de la mano
de unos surfistas hawaianos que habían conseguido convencerle de que
necesitaba nuevos retos. Y en su búsqueda de la perfección, y motivado
por la valentía y superioridad de los hawaianos en olas grandes, se
lanzó a las aguas de Waimea armado únicamente con su tablón de doce
pies, para enfrentarse por primera vez en su vida, y con éxito, a
aquellos monstruos del Pacífico. Posteriormente, Dora lo calificaría de
una experiencia casi traumática, pues él, que se creía Dios, y hacía su
santa voluntad sobre las suaves derechas de Malibú, casi se ve superado
por aquellas masas de agua hawaianas. Pero Dora dió la talla, y dejó a
los locales de la North Shore boquiabiertos; el californiano había
domado a Waimea en su primer día.
Hay
deportes que van de la mano con los resultados, que no pueden
concebirse sin el habitual podio de primero, segundo, o tercero. Oro,
plata y bronce. Alguien tiene que ganar, porque si no la competición, el
deporte en sí, carece de sentido. ¿Es mejor Usain Bolt o Carl Lewis..?
Los
tres oros del jamaicano en Pekín, Londres y Río en la prueba de 100
metros
lisos son argumentos demasiado fuertes para iniciar cualquier debate...
El surf, sin embargo, siempre se ha caracterizado porque los ídolos,
los mejores surfistas, los favoritos de la multitud, nunca han tenido
porque ser campeones indiscutibles. Ejemplos claros son Dane Reynolds,
Taj Burrow, Shane Dorian, Christian Fletcher... Por supuesto, está Kelly
Slater, el que junto con Dora es considerado por muchos como el gran
estandarte del surf. En el caso de Kelly, su “abuso” durante años en el
tour, con 12 títulos mundiales, le ha creado numerosos detractores que a
menudo se olvidan de la cantidad de puertas que abrió al surfing
cotidiano. Pero olvidémonos de Kelly y volvamos a los anteriores
surfistas; son
ídolos por lo que consiguieron fuera de las mangas, ya sea por estilo,
olas imposibles o maniobras innovadoras, incluso estilos de vida y de
pensamiento que marcaron a nuevas generaciones de surfistas. En el surf,
debemos admitirlo, el criterio de admiración, de “divinización”, no lo
marcan los resultados; la mayoría de los surfistas a los que
personalmente admiro, además de alguno ser campeones, obtuvieron mi
atención gracias a su actitud en el agua, su estilo y manera de leer las
olas y su personalidad fuera del pico. Y me consta que no soy el único.
Quizás porque el surf no es un deporte en el que sea necesario competir
para practicarlo. Siempre hay algún equipo que gana en un partido de
baloncesto. ¿Y en un baño libre..? ¿Gana alguien..?
Quizás por ello debamos preguntarnos si sirve para algo que el surf
sea olímpico. ¿Traerá dinero a las federaciones que tanto lo necesitan..?
¿Provocará una mayor regulación en las escuelas, en los ayuntamientos
que poseen playas surferas en las que reina el caos en verano..? ¿Ayudará a
que nuestras jóvenes promesas puedan dar todo lo que tienen dentro, en
vez de quedarse por el camino..? Ojalá sea así, y quien escriba estas
líneas deba cavar un agujero bien profundo en Nueva Zelanda, en donde
por cierto se exilió Miki Dora para huir del FBI y encontrar olas
perfectas, para no volver a salir de allí en mucho tiempo.
Quizá sea de rigor preguntar a los veteranos en el mundo de las
olimpiadas, como la federación de atletismo o la de balonmano, si
realmente sobra el dinero. El tiempo dirá, pero de momento, la medalla
de oro del surf no tiene
otro que la desee que aquellos que saben que el surf es un negocio cada
día más grande, un negocio que debe crecer. Quizás Miki Dora baje del
cielo y decida boicotear todo, enseñando su culo moreno a la multitud
agolpada en las playas de Tokio, o decida bailar sobre las olas
artificiales que ya planean sustituir a aquellas que crea Neptuno.
Quizás Dora baje, gane, y se cuelgue la medalla, igual que alquilaba
sus tablas en la arena de Malibú y sacó al mercado su “Da Cat”, listo
para recoger el dinero de todos aquellos a los que miraba por encima del
hombro.. Pero entonces, para muchos surfistas, dejará de ser Dios.
Carlos Serrano
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